Domingo, 28 de Agosto del 2016





PEQUEÑEZ Y GRANDEZA

Nuestra cultura nos ha propuesto como la gran meta a alcanzar la alta competitividad, la excelencia, la altísima calidad; palabras y actitudes que parecen ser muy buenas y en las que parece todos estamos de acuerdo pero que nos hacen correr el peligro de deshumanizarnos de tal manera, que los demás dejan de ser prójimos, semejantes, conciudadanos, vecinos, hermanos, para convertirse en rivales, enemigos, oponentes, estorbos o simplemente deshechos.

Hoy la Palabra del Señor nos propone otro paradigma; no son las grandezas humanas, los aplausos, los reconocimientos, los títulos nobiliarios o académicos, lo que nos hace mejores; ante Dios lo que vale es la sinceridad de corazón y el amor efectivo demostrado a los más necesitados. 

A los ojos de Dios, las grandezas humanas puede que sean sólo estupideces; no son los grandes de la tierra quienes son los sobresalientes ante Dios. Las grandezas humanas, por sí mismas, no valen nada ante Dios.

Ante Dios todos somos hijos; para él todos somos importantes pero el se complace en el humilde... que se estremece ante su Palabra (Is 66,2). Muchos cristianos caemos en la tentación de olvidarnos de esta verdad y buscamos con fruición el reconocimiento de los demás; muchos dan por sentado que ellos son más que los demás; muchos están convencidos que los otros fueron creados para que les sirvan.

Las estructuras sociales, a lo largo de la historia, no han favorecido la fraternidad y el servicio; por diversas razones algunos se han creído más que otros y utilizando sea la fuerza de la violencia, la manipulación religiosa, psicológica o económica, se han impuesto sobre sus semejantes obligándolos a que les rindan sumisión. 

Lo más triste es que quienes nos decimos creyentes y seguidores de Jesucristo hayamos cohonestado con esas situaciones y en nombre del mismo Señor, hayamos humillado, despojado y envilecido a tantos hijos de Dios.

Nuestro Padre Dios nos ha dotado a todos de grandísimas cualidades pero, si que lo entendamos claramente, permite que experimentemos nuestras limitaciones; ante él todos somos muy, pero muy, pequeños. 

El Señor nos invita a poner todas nuestras cualidades al servicio de los demás, pero sin arrebatarle a él la gloria y el honor; si hacemos el bien es porque el nos da la gracia de hacerlo, haciéndonos partícipes de esa alegría. 

Como cristianos podemos seguir haciendo el mismo camino del Señor, sirviendo al prójimo sin buscar ninguna recompensa y sin esperar ningún aplauso. Sólo así podremos vivir la libertad de los hijos de Dios.


Pbro. Cándido Contreras


Primera Lectura: Eclesiástico 3,19-21.30-31

 Lectura del libro del Eclesiástico


Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso.

Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios; porque es grande la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes.

No corras a curar la herida del cínico, pues no tiene cura, es brote de mala planta.

El sabio aprecia las sentencias de los sabios; el oído atento a la sabiduría se alegrará.

Palabra de Dios


Salmo responsorial: Salmo  67


Preparaste, oh Dios, una casa para los pobres.

Los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Canten a Dios,
toquen en su honor;
su nombre es el Señor. 

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los abandonados,
libera a los cautivos y los enriquece.

Derramaste en tu heredad,
oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios,
preparó para los pobres.



Segunda Lectura: Hebreos 12, 18-19. 22-24a

Lectura de la carta a los Hebreos


Hermanos: 

Ustedes no se han acercado a un monte tangible, a un fuego encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni han oído aquella voz que el pueblo, al oírla, pidió que no les siguiera hablando.

Ustedes se han acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

Palabra de Dios


Evangelio: Lucas 14, 1. 7-14


+ Proclamación del santo evangelio según san Lucas

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.

Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: 

"Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los convidó a ti y al otro y te dirá: Cédele el puesto a éste.

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:

Amigo, sube más arriba.

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Y dijo al que lo había invitado: 

Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.

Palabra del Señor


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Oración
  
Señor Jesús, Maestro Bueno.
nos invitas a caminar contigo
por las sendas de la humildad
y del desprendimiento;
nosenseñas a no buscar
reconocimientos humanos
dejándonos embelesar
por efímeros aplausos.
Hoy nos invitas
a reconocer las cualidades ajenas
y a darte gracias por ellas.

Te pedimos humildemente
realizar nuestro trabajo,
por amor a ti y a los hermanos;
no dejes que la soberbia
haga nido en nuestro corazón
haciéndonos creer
mejores que los demás.

Señor Dios, a ti la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. Amén.

Pbro. Cándido Contreras